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lunes, 1 de noviembre de 2010

P E S A D I L L A.

Es terrible animar los domingos.
Porque es domingo, y los domingos son para no hacer nada.
Si hay sol... es más trágico aún, porque solo pensás en todas las cosas que harías si no tuvieras que ir a entretener a un montruitos insoportables (cosas que cuando tenes un domingo libre y soleado no hacés... está comprobado).
Si llueve... es un fastidio. Odio salir los días lluviosos a la calle, y más si es domingo. Esos días es terrible lograr sacarme el pijama...
La cuestión, es que el domingo tenía una animación que se suponía tranquila...
once niños, de entre tres y seis años... que podía salir mal?
Bueno...
Llegamos y los pequeños (que eran solo cuatro o cinco), estaban sentados en la mesa comiendo de manera pacifica.
Los miré, y no pude evitar que se me dibuje una sonrisa en la cara... me dije a mi misma: "Bien. Va a ser una tarde tranquila".
que equivocada estaba.
Esos niños, casi todos... se habían escapado de una película de terror.
Por empezar, la cumpleañera era Carrie.
Cumpliría 3 o 4 años... pero no sabia hablar... solo abría su boca y soltaba sonidos sumamente extraños. Nunca vi una niña con tantas ojeras... y además un caminar acartonado, como una especie de gozzilla... pisando manos, dedos, hojas, lapices en su andar... sin tener registro alguno de ello.
Después estaba la barbie maldita... que tenía un profundo rencor por ser morocha y no rubia. Era una insoportable pequeña de seis años, que se encaprichaba y ponía cara de culo cuando las cosas no se hacían como ella y su ombligo querían.
Había otro pequeño, que estaba vestido como un señor mayor, con sweater de viejo rojo. Él, básicamente... hacia lo que se le antojaba. Iba o venia a gusto y antojo, sin llamar demasiado la atención.
Después estaba una niña, que sufría las consecuencias del complejo de inferioridad de la barbie morocha... ya que esta última se encargó de hacer detestable cada minuto de la fiesta, compitiendole y tratando de superarla... y esta pobre... desdibujada por completo no registraba la guerra planteada. Solo estaba feliz... disfrutando el cumpleaños y su rubies.
La joya del cumpleaños, era un niño que estaba endemoniado. Claramente ese niño, estaba poseído. No podía ser que ese niño tenga esa conducta...
primero... no podía quedarse quieto. Se revolcaba por el piso, se tiraba brutalmente... fue un verdadero milagro que no se haya abierto la cabeza o no le hayan sangrado las rodillas...
Después, lo puse a upa mio, mientras estábamos sentados en el piso... y el mini diablo empezó a ser movimientos rígidos, espáticos, dando patadas, y moviendo los brazos cual ave enfurecida...
En un momento, se subió a un banco de plaza, y cuando lo intente de bajar, lo tenia entre mis brazos, duro como una tabla de madera, repetía entre dientes: "quiero volaar... quiero volaaar".
Por otro lado, estaban dos más, que eran grandes: once y doce años. Intentamos ganarnos su complicidad... diciéndoles que eran nuestros asistentes... animadores.
El hombrecito, era un poco más simpático (salvo cuando empezó a molestar de manera continua al viejito de sweater rojo, justificandose con que era su hermano... lo cual al parecer le daba derecho para pegarle, rebolverle el pelo, y tirarle papel picado en la ropa).
La mujercita. Era detestable. Sabía hacer globología, y molestó toda la fiesta con su capacidad para hacer perros, corazones, espadas... que distaban mucho de parecer los objetos que ella orgullosa mostraba y creía que estaba logrando crear.
Por otro lado, había dos niños que marcaban la diferencia, ya que eran dulces y amigables...
Una pequeña de dos años... super independiente, acosada por la inseguridad de sus padres... La nena participaba animadamente...y la mamá quería desesperadamente participar con ella... pero solo recibía gestos de ignoramiento por parte de la niñita... Y el padre (que era el doble de Alejandro Sanz), orgulloso de la inteligencia de su hijita... contando, con el pecho inflado, que la nena sabia los colores a la perfección, en español... y en inglés.
El otro pequeño, de unos cinco años, estaba casado con su madre. Era una dulzura total. En un momento, me dibujó un corazón... y le pidió a la madre que se diera vuelta para que no viese el momento en que le era infiel, entregándome un pedacito de su corazón.

Fue terrible. Las horas eran un chicle... interminables... agotadoras... horribles.

Lo peor de todo... es que la culpa no era de los malditos... sino de los adultos... que se encargaron de sobreexitarlos a cada momento, que pasaban y les pegaban, que mientras hacíamos actividades les incrustaban la comida en la boca... y que cuando se portaban mal, no les ponían los límites....

Que me dejen a mi con esas criaturas una semanita... y ahí van a saber lo que es el rigor!!!!

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